lunes, 27 de octubre de 2014

Legalización: la elección sensata, por Raúl Vergara Arias @Rau1Vergara



Billones de dólares se han gastado, millones de personas han muerto y decenas de millones han sido encarcelados desde que en la década de 1970 el mundo decidió declarar la “Guerra contra las drogas”. Sin embargo, a pesar de los titánicos esfuerzos emprendidos por los gobiernos de todo el mundo, el éxito de esta política ha sido sumamente escaso. Cada vez más personas consumen estupefacientes, y especialmente en el caso de la marihuana, ésta se convierte día a día en algo más aceptado socialmente. Ante el hecho evidente de que la prohibición de las drogas ha fracasado rotundamente, han surgido diversas voces que piden la legalización con más y más fuerza.
Contra lo que se podría pensar, quienes abogan por despenalizar los narcóticos no son en su mayoría adictos o hippies desempleados; sino destacados intelectuales, ex presidentes, líderes religiosos, policías, legisladores, organizaciones sociales e importantes académicos. Existen dos líneas argumentales principales por las cuales se fundamenta el caso por la legalización de las drogas.
La primera tiene que ver con la naturaleza del estado y los límites de su acción. Se basa en el liberalismo clásico y el pensamiento humanista que sostiene que el hombre debe ser dueño de sus actos y libre de hacer con su vida aquello que mejor le parezca; según esta corriente, el gobierno sólo tiene derecho a prohibir aquello que dañe directamente a otras personas,tal como estableció el gran pensador liberal John Stuart Mill, el que alguien pueda atentar contra sí mismo no es justificación suficiente para aplicar el poder coercitivo del estado. Quienes pensamos de esta forma creemos que la virtud o el vicio del individuo son cuestiones que dependen de su libre albedrío, cuyo único límite legal debe ser el derecho ajeno a conservar su vida, libertad y propiedad. Ir más allá es una violación de la libertad (y por ende la dignidad) del hombre.
El otro camino de argumentación es mucho más pragmático. Sostiene el hecho de que si bien el consumo de drogas es nocivo, las consecuencias de la prohibición han sido todavía peores. El hacer estas sustancias ilegales ha conllevado encarcelar a millones de personas cuyo único crimen fue vender un producto a alguien que libremente estaba dispuesto a comprarlo, muchos de los cuales eran jóvenes todavía sin malicia, que tras tener su vida arruinada por una sentencia de prisión, salieron convertidos en verdaderos criminales. Esta política también ha traído la muerte a miles de inocentes, víctimas colaterales de las peleas entre narcotraficantes o entre éstos y las fuerzas de la ley. La prohibición ha dado pie a la corrupción, al deterioro institucional y a la crisis social en una gran cantidad de países, muchos de ellos en vías de desarrollo, que en vez de dedicar sus recursos a combatir la pobreza o infraestructura de educación, gastan sumas millonarias en evitar que los narcóticos lleguen a otras naciones. Y lo peor de todo es que hacer las drogas ilegales no ha inhibido su consumo, es un hecho que quien quiere conseguirlas puede hacerlo independientemente de su estatus legal. Lo anterior también ha impulsado a muchas personas sensatas a pedir la legalización.
Afortunadamente ya hay una gran esperanza frente a nosotros. Está el ejemplo de Estados Unidos, donde la opinión pública por primera vez apoya mayoritariamente el legalizar las drogas y las generaciones jóvenes están abrumadoramente a favor de dicha medida. Por lo tanto, parece ser cuestión de tiempo que la fuerza de la demografía impulse la balanza definitivamente hacia el lado de la paz y la libertad y los estupefacientes sean legalizados. A fin de cuentas ¿vale la pena derramar sangre inocente por evitar que la gente consuma algo que libremente quiere consumir? Nadie quiere que su hijo compre drogas (o tabaco, o alcohol o tenga sexo desprotegido, o repruebe, o sea desempleado) pero si él decide hacerlo, ¿preferimos que compre marihuana segura en un Oxxo o que la adquiera de dudosa calidad en un callejón de mala muerte?




RINCÓN ECONÓMICO, por Raúl Vergara Arias
Economía
5º Semestre
Twitter:@Rau1Vergara


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